viernes, 13 de mayo de 2022

Mi Camino

Por: Moisés Alejandro Caballero

México año 2011. Tres años antes y en cada primavera mi amigo insistía, “vamos a hacer el Camino”, -¿qué diablos es eso del camino?-, “el camino de Santiago de Compostela”, -no, se dé que hablas-. Me prestó una película en ingles que se llama “The Way”, leí a Pablo Cohelo, me envió páginas de Internet con información y finalmente me dijo “Yo te pago el avión. Este año es el Jubileo”. Me despedí de mi mujer y de mis hijos e iniciamos el viaje, 12 horas después aterrizamos en Barcelona; “¿¡Barcelona!?, ¿que estamos haciendo en Barcelona?”, ¡que mejor! Pensé; nos paramos frente al mar puse mis rodillas en la arena húmeda y con mis labios toqué el agua, andando llegamos a su majestuosa catedral gótica, ahí, compramos por un euro un acordeón de papel que por un lado tiene una cuadricula y por el otro un mapa que indica las diferentes rutas de peregrinación a Santiago de Compostela, recibimos nuestro primer sello. Al día siguiente y con boletos en mano nos disponíamos a abordar un tren que nos llevaría a Sarria donde iniciaríamos nuestro peregrinar. “Se cancelaron todas las salidas, el bosque estaba incendiado”. Le propuse a mi amigo “¡Vámonos a Ibiza!”, “No, yo vine a hacer el camino y llegaré a Compostela”. Nos subieron a un autobús que pretendía recorrer España de sur a norte en una noche y lo logro; sorteado el incendio y un corto tramo en tren llegamos a Sarria, al siguiente día iniciaría nuestro camino. En cada paso bromeábamos y reíamos, con los kilómetros se nos acabaron las palabras, la mochila se hacía a cada paso más pesada, los zapatos se calentaban, en el horizonte se veía la torre que te recibe en Portomarín, poco antes del puente me tiré de espalda en el suelo y le dije a mi amigo -ya no puedo-, los caminantes pasaban y decían “Buen Camino, Buen Camino, ya falta poco”, tirado en el suelo como una tortuga boca arriba, pensé, nadie va a cargar mi mochila, con la mano de mi amigo como soporte me levanté y con mi último aliento llegué al pie de la escalinata de la torre que te recibe en el pueblo, un caminante me dijo “llevas mucho peso amigo”, a duras penas subí la escalera y una vez en el hostal, abrí mi mochila y me di cuenta de todas las cosas innecesaria que llevaba cargando, mis botas nuevas me sacaron ampolla sobre ampolla, las deje en el camino. Al siguiente día mi amigo inicio su peregrinar a las 6 de la mañana, yo me subí a un autobús rumbo a Palas de Rey. Esperando a mi compañero y solo en la plaza principal, abrí mis sentidos para escuchar lo que me quería decir el Camino, pero no entendí nada; mi amigo llego ya entrada la tarde y le dije “Yo ya no voy a caminar”, pero el Apóstol tenía otros planes para mí, al día siguiente aun de madrugada mi amigo continuo su andar, así que me dirigí al bar de la esquina para desayunar una café con leche y una rebana de empanada, pague un par de euros a una camioneta para que se llevaran las mochilas a Arzúa, eran las 7:30 hrs., el autobús de pasajeros salía a las 12 del medio día, los caminantes salían y desde lejos me decían “Mexicano, Buen Camino”, finalmente a las 8:30 botella de agua en mano y dos barras de chocolate en el bolsillo del pantalón, caminando tome la ruta hacia Arzúa, pasando por Melide y su pulpo gallego, las pequeñas iglesias que te encuentras revelan si eres observador, las marcas de los constructores. En mi andar, encontré muchas personas que en momentos me acompañaban, después se quedaban atrás o avanzaban más rápido. Por la noche llegué a Arzúa, encontré a mi amigo y compartimos anécdotas de la travesía con caminantes de diversas partes del mundo, esas almas que confluimos en ese punto del tiempo compartimos la magia del camino entre risas y cantos. Al siguiente día llegamos a Santiago de Compostela la inmensa Catedral impone desde que la observas a la lejanía. Una de las puertas laterales tiene en su parte superior un Crismón diferente, no es el Alfa y Omega, este en su configuración dicta: Omega y Alfa -el que entra por aquí muere y vuelve a nacer- renacido, llegué a la columna del peregrino, misma que fue tocada por San Francisco de Asís, fui a la tumba del Apóstol Santiago y subí una pequeña escalinata para abrazar su imagen, en la misa del peregrino seis monjes jalaban una gran cuerda que impulsaba el movimiento del Gran Botafumeiro, el cual con la velocidad de su trayectoria me hizo creer que los monjes dejaban el suelo. Tumbado en la plaza del Obradoiro mientras caía la noche, los fuegos artificiales iluminaban el cielo y se llevaba a cabo la fiesta del Jubileo, entendí lo que el Apóstol Santiago me quería enseñar en el Camino y así fue: “Nadie te va a ayudar con tu carga, debes deshacerte de lo que no te deja avanzar, viaja ligero”, “no tengas apego por las cosas, ya que te pueden sacar ampollas”, “las personas que te acompañan, en algún momento encontraran su paso y te dejaran para que tu encuentres el tuyo”, “si te pierdes, solo busca una fecha amarilla y síguela, al final; te estará esperando Santiago de Compostela".

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